jueves, 25 de noviembre de 2010

El dolor y la paz

Hace unos días mi apaila, la única abuela que me quedaba, falleció, después de una agonía un tanto cruda que una semana nos hizo sentirla como si fueran años.

Esos días viendo tan de cerca a la muerte y convivir con su ir y venir diario, me hizo tenerle una fascinación especial por su misterio, su intensidad, su profundidad, su oscuridad... Y me hizo pensar en los ciclos de la vida, en los inicios y los finales, pero de manera muy especial me hizo pensar en el cierre de los ciclos, en lo importante que es estar en paz con los demás y no tener pendientes. Eso repercute en el dolor tan distinto que se siente.

Hoy siento dolor y tristeza de mi abuela, pero mucha mucha paz.

Antes había tenido pérdidas -de otros tipos pero el sentido es el mismo: alguien ya no está en tu vida-, y el dolor es completamente diferente. En la ocasión anterior tuve un dolor permanente, con angustia en el estómago que me hacía llorar. Hoy tengo dolor entre los pulmones, que no es constante y que me saca sonrisas.

Todavía no entiendo la pérdida, tal vez tiene que pasar más tiempo, pero hoy puedo decir que hay un antes y un después.

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